Fibromialgia: una enfermedad real, crónica e invalidante
La fibromialgia está lejos de ser una enfermedad psicológica, como muchos creen, las últimas investigaciones a nivel mundial apuntan a que es una enfermedad neuroinmune y por consiguiente compromete a todos los sistemas del organismo, pudiendo aparecer hasta más de treinta síntomas diferentes, los más invalidantes son el dolor y la fatiga crónica. Cabe resaltar que ha pasado de ser un problema sanitario a ser un problema social que afecta al 5,4 % de la población, el 92,7 % son mujeres en riesgo de exclusión social.
El enfermo de fibromialgia que logra ser feliz, a pesar de la enfermedad, y logra tener éxito, a pesar de las grandísimas dificultades, no es valorado por su fuerza y afán de superación, ni es un ejemplo de vida, simplemente es un motivo para poner en tela de juicio su diagnóstico y, con ello, la profesionalidad del médico que se lo dio.
A nivel sanitario se ha abusado de la polimedicación y se han creado personas farmacodependientes y el hecho de hacer creer a su entorno y a la sociedad “que no tiene nada”, ha tenido como consecuencia rupturas familiares, mobbing, despidos laborales y sentencias desfavorables de incapacidad laboral. Cuando, por todos estos daños colaterales, el paciente se ve sumergido en una depresión, aquel que sigue obcecado en negar la evidencia se ratifica en que “su problema es psicológico”.
“La fibromialgia es una enfermedad crónica e invalidante de causa desconocida y sin tratamiento eficaz”. Esta es una frase contundente y fácil de entender, es hora de aceptarlo, tomar responsabilidades y actuar en consecuencia, por ejemplo, invirtiendo en investigación y en recursos para el tratamiento adecuado de la enfermedad.
La fibromialgia no es solo dolor, como dicen algunos, como si eso fuera poca cosa. Afecta a todo el organismo por lo que el paciente deambula de especialidad en especialidad médica, durante años, hasta conseguir, por fin, un diagnóstico que tampoco sirve de mucho porque la medicación que se prescribe no hace desaparecer el dolor.
El resultado es un gasto extraordinario del sistema sanitario y tiempo perdido para el enfermo, que suma a sus síntomas los efectos secundarios de la polimedicación y la frustración.
Frustración compartida también por los médicos que quieren ayudar al paciente pero se sienten impotentes por falta de tiempo en las consultas y recursos para atenderlos de una forma multidisciplinar como merecen.
Fuente: Efe Salud.